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Texto Bíblico:
Hechos 22:6-10 “Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo; 7y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 8Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. 9Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. 10Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.”
Introducción:
Antes de convertirse, Saulo pasó años estudiando las escrituras hebreas. Al enterarse de que había judíos que anunciaban que Jesús era el Mesías, se indignó. Este mensaje contradecía todo lo que había aprendido desde pequeño; de modo que se propuso destruir personalmente el nuevo movimiento de los cristianos. Saulo causó grandes aflicciones a los judíos que se habían convertido a Cristo, porque los arrestaba e incluso trataba de darles muerte. Pero Dios tenía un plan diferente para este apasionado fariseo.
Mientras Saulo, más tarde llamado Pablo, se dirigía a Damasco para arrestar a algunos de los discípulos, ¡el mismo Cristo resucitado se le apareció en medio de una luz resplandeciente! Saulo quedó ciego, evidencia de la ceguera de su corazón. Aunque se había dedicado por completo a cumplir la ley, era incapaz de reconocer a Jesús, el Mesías, ¡el cumplimiento de todas las esperanzas y promesas de la ley!
Al mismo tiempo, se le quitó el velo que había sobre su corazón y pudo “ver” a su Salvador. Cuando recibió el Espíritu Santo, Pablo experimentó una libertad tan extraordinaria que comenzó una vida totalmente nueva, una vida que lo transformaría de perseguidor en apóstol y lo llevaría a desear a Cristo por encima de todo.
Como nos sucede a todos, Pablo también tuvo que crecer en su relación con el Señor y dejar que se le quitaran los otros velos que le cubrían el corazón. Con el tiempo, se transformó en un instrumento extraordinario para la obra de Dios, porque proclamaba sin miedo la fidelidad y la providencia del Señor para todas las circunstancias de nuestra vida.
Desarrollo: Muchas personas han sido miembros de una congregación por muchos años, se congregan algunas veces todos los días, hablan con un vocabulario super cristiano, con frecuencia los escuchamos decir cuando les preguntan ¿Cómo ha estado hermano?, y responden “En victoria, mejor se arruina”, casi siempre tienen una respuesta de gran espiritualidad, pero la realidad es otra. Entonces nos podemos preguntar: ¿Cómo está nuestra relación con Jesucristo? ¿Hemos sido tocados realmente por el Señor? ¿Lo conocemos realmente? ¿Hemos tomado su cruz y le seguimos? El problema es que aun siendo cristianos nuestra relación con el Señor está muchas veces muy fría, o distante. ¿Qué sentimos realmente cuando escuchamos la palabra de Dios? ¿Nos emociona? ¿Tratamos de vivirla o puede más el orgullo? Muchas veces llegamos al templo para dar la impresión de que estamos cumpliendo verdaderamente lo que manda la Biblia, pero criticamos el sermón, o criticamos al predicador, porque creemos que nosotros sabemos más, que estamos mejor preparados del que está predicando, o simplemente, nos hemos enfriado tanto que ya no nos toca el corazón.
¿Qué tan cerca estamos de la cruz de Cristo?
Mateo 16:24 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”.
La muerte de Cristo solamente será de valor para los que están dispuestos a morir al pecado y al yo. “Si alguno quiere ser contado como discípulo del Señor Jesús, debe de una vez por todas despedirse del yo, aceptar decididamente el dolor, la vergüenza y la persecución por Su causa y por amor a Él, y entonces debe seguirle y continuar siguiéndole como su discípulo”.
Negarse a sí mismo significa renunciar al viejo yo. Ya no trata de promover sus propios intereses predominantemente egoístas, sino que se ha embebido completamente en la causa de promover la gloria de Dios en su propia vida y en toda vida, y también en toda esfera de esfuerzo.
Mateo 16:24 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”.
Gálatas 2:20 “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
1 Pedro 2:21 “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;”
Negarse a sí mismo significa sujetarse a la disciplina de Cristo.
La expresión “tome su cruz” se refiere a la cruz que se sufre debido a la unión con Cristo. Uno “sigue” a Cristo confiando en él, siguiendo sus pisadas, obedeciendo sus mandamientos por gratitud por la salvación obtenida por medio de él, y estando dispuesto aun a sufrir en su causa. Solamente entonces, cuando está dispuesto y preparado de hacer esto puede ser verdaderamente el discípulo de Cristo.
Entonces nos podemos hacer las siguientes preguntas:
¿Vamos en pos de Cristo? ¿Nos hemos negado a nosotros mismos, a nuestro orgullo, a nuestros propios deseos? ¿Hemos tomado su cruz? ¿Le seguimos? ¿Te gozas en su presencia? ¿Hablas con él? ¿Le buscas? ¿Le sirves? ¿Le amas? ¿Cumples sus mandamientos?
¿Estamos dispuestos a hacer lo que Cristo nos advierte?
Mateo 16:25 “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.”
¿Estamos dispuestos a perder todo, pero salvar nuestra alma?
Mateo 16:26 “Porque ¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”
Jesús prosigue con un ferviente llamado a que sus discípulos siempre estén dispuestos de perder sus vidas por amor a la causa de Cristo Todo el que piensa sola o principalmente en su propio bienestar, comodidad, popularidad, prestigio, opulencia, etc., carece de amor, de abnegación. El amor es lo que hace que el alma se expanda, imparta.
Lucas 9:25 “Pues ¿Qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?”
¿Qué necesitamos para estar cerca de la cruz de Cristo?
Filipenses 2:5-8 “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”
Como podemos ver, nuestro Señor Jesucristo cumplió las tres condiciones necesarias para glorificar el Padre y esta relación se logra sólo a través de tres cosas: humildad, sumisión y obediencia. Como podemos ver Jesucristo se humilló, ¿podemos nosotros hacer lo mismo? Sólo teniendo una cercanía con Cristo podemos llegar a este nivel.
¿Qué tan lejos estas de la cruz de Cristo? ¿Te has negado a ti mismo? ¿Le sigues? ¿Te gozas en su presencia? ¿Hablas con Él? (orar) ¿Le buscas? ¿Le sirves? ¿Le amas? ¿Cumples sus mandamientos? ¿Cuántas cosas más necesitamos hacer para estar cerca de la cruz de Cristo?
Para cerrar: Si cumplimos Cristo nos promete:
Juan 6:37 “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.”
Obediencia y sumisión.
Si el Hijo de Dios, hecho carne se humilló, es obediente y se somete a su Padre. Así nosotros si queremos estar cerca de la cruz de Cristo tenemos que hacer lo mismo.